LA MUERTE, EL PODER Y LA HERENCIA .-
Según Geoffrey Conrad, en Chan Chan se estableció una “herencia dual”. A la muerte del gobernante, su heredero sólo recibía el cargo político, mientras que las propiedades y rentas del difunto pasaban a un grupo de sus descendientes a manera de administradores, ya que el propietario seguía siendo el gobernante muerto. Por lo tanto, cada gobernante tenía que construir su propia ciudadela, para habitarla con sus parientes más cercanos y organizar su propia administración con nuevos funcionarios. Para obtener riquezas tenía que conquistar nuevos territorios.
Según Geoffrey Conrad, en Chan Chan se estableció una “herencia dual”. A la muerte del gobernante, su heredero sólo recibía el cargo político, mientras que las propiedades y rentas del difunto pasaban a un grupo de sus descendientes a manera de administradores, ya que el propietario seguía siendo el gobernante muerto. Por lo tanto, cada gobernante tenía que construir su propia ciudadela, para habitarla con sus parientes más cercanos y organizar su propia administración con nuevos funcionarios. Para obtener riquezas tenía que conquistar nuevos territorios.
Las ciudadelas eran entonces lugares sagrados de culto funerario, ocupadas por un grupo de personas que administraban las rentas del difunto. De acuerdo a los estudiosos esta modalidad debió iniciarse en la época expansiva Chimú, pues no hay indicios de esto en la etapa inicial. Posiblemente las primeras ciudadelas fueron ocupadas por más de un gobernante.
*ENTRE EL SOL Y LA LUNA.-
Situadas a cinco kilómetros al sur de Trujillo; la silueta de la Huaca del Sol se divisa desde las afueras de la capital liberteña como una montaña de adobe, ubicada en una Ilanura desértica donde prosperó el centro administrativo y ceremonial de la civilización Moche, mil años antes de la llegada de los españoles. La imponente presencia de la Huaca del Sol asombra a los visitantes pese a que sólo conserva, la tercera parte de lo que fue su estructura original destruida por siglos de desgaste natural, por sucesivos fenómenos del Niño y por la ambición de los primeros vecinos españoles de Trujillo, quienes llegaron a desviar el río Moche hasta partir en dos la inmensa huaca para extraer las joyas de oro del tumbas reales ocultas en su interior.
Fueron años en que los muros de la Huaca del Sol, erosionados por el río, hicieron de esta zona un inmenso lavadero de oro donde acudían los lugareños para recoger las joyas que desenterraba el cauce del río.
Según cálculos realizados por los arqueólogos, la Huaca del Sol tuvo gigantescas dimensiones (345 metros de largo por 160 de ancho, y 30 metros de altura) y se necesitaron 140 millones de adobes para hacer de ésta la huaca más grande del Perú y el monumento de adobe más grande del mundo antiguo. Por alguna misteriosa razón, esta zona que ahora luce desértica y cubierta de dunas fue durante miles de años el centro ceremonial y urbanístico de mayor importancia del norte peruano. Allí se han descubierto restos de antiquísimos asentamientos urbanos, que evolucionaron hasta la época en que fueron construidas las huacas del Sol (de uso administrativo) y de la Luna (de uso ceremonial) durante el apogeo Moche, para luego mantenerse como centro de culto de las culturas Wari, Chimú e inca.Los arqueólogos han descubierto restos monumentales que se remontan a los dos mil años antes de nuestra Era hasta la conquista española del Tawantinsuyo.
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